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  • Colección Luis Castillo Ledón - Fototeca Nacional

    Fotografías

    Es una de las colecciones documentales más emblemáticas. Se incorporó en el 2008, con 541 impresiones fotográficas estereoscópicas y otras de formato 4 x 5 pulgadas. Imágenes captadas por el fotógrafo Gustavo F. Solís, a solicitud del periodista, historiador y político mexicano Luis Castillo Ledón (1879-1944). Ambos recorrieron cerca de doce mil kilómetros siguiendo el itinerario del cura Miguel Hidalgo y Costilla, durante el movimiento de Independencia por varias entidades del país. Dichas fotografías fueron parte de un proyecto encomendado por la entonces Secretaría de la Instrucción Pública y Bellas Artes, para conmemorar el Centenario de la Independencia.

    El académico nayarita Luis Castillo Ledón realizó el trabajo, entre 1909 y 1910, complementando con un texto que se publicó póstumo: “Hidalgo, la vida del héroe”. Recorriendo a lomo de caballo llegó a poblados y lugares alejados encontrando a veces ruinas de los lugares, pero registrando cada uno de los sitios, como el antiguo obispado de Morelia, la casa grande de Corralejo o la casa donde nació Hidalgo en Pénjamo. Resulta interesante una vista de la ciudad de Chihuahua desde el cerro del Coronel, lo que nos indica que tanto el historiador como el fotógrafo tomaron muy en serio su labor de registro. No podía dejar fuera una toma de la pila bautismal del cura Hidalgo in situ en Cuitzeo de los Naranjos, Guanajuato, hoy de Abasolo. Las piezas fotográficas, en su mayoría positivos en albúmina y otras en plata gelatina, todas montadas sobre soporte secundario; fueron donadas directamente por Beatriz Castillo Ledón de González –hija de Don Luis Castillo León– a la Fototeca Nacional.

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  • Colección Familia Álvarez Bravo y Urbajtel - Fototeca Nacional

    Fotografías

    El 31 de agosto de 2004 se recibieron 242 negativos en cristal originales de Guillermo Kahlo (1871-1941), que pertenecieron al gran fotógrafo mexicano Manuel Álvarez Bravo (1902-2002) y que, gracias a la generosidad de su familia, se integraron a la Fototeca Nacional. Según cuenta Colette Álvarez Urbajtel, las placas fueron adquiridas, alrededor de 1968, a un anticuario situado en la calle de Tacuba.

    A lo largo de su vida, don Manuel integró diversas colecciones fotográficas, que ponen de manifiesto su interés por la historia de la fotografía, su conservación y difusión. Donó un primer conjunto de imágenes al Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México, y en 1980 empezó a armar una colección para el museo de fotografía que la Fundación Cultural Televisa planeaba realizar. Formó parte de múltiples iniciativas para dar a conocer el patrimonio fotográfico de nuestro país, entre ellas, fue miembro fundador del Consejo Consultivo del Sistema Nacional de Fototecas del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

    La colección de Kahlo, que abarca de 1901 a 1934, complementa el acervo relativo a este autor con que ya contaba la Fototeca Nacional, relacionado con el proyecto porfiriano de registrar los bienes de propiedad federal. Propias de un fotógrafo especializado en arquitectura, la mayor parte de estas imágenes también corresponden a trabajos de documentación de inmuebles, incluyendo los religiosos, pero van más allá de los límites temporales y temáticos de la encomienda del secretario de Hacienda, José Yves Limantour; de manera que cubren un periodo y un rango poco conocido de su obra.

    Puede suponerse entonces que por lo menos hasta 1913, Kahlo siguió trabajando para el gobierno federal en la formación del catálogo. Igualmente, se evidencian las comisiones de múltiples compañías y de particulares, o bien, el trabajo que realizó para enriquecer su archivo personal, lo que le permitía responder a las solicitudes para publicaciones de diversa índole.

    La colección también cuenta con temáticas aparentemente poco habituales en este fotógrafo, como los retratos del presidente Venustiano Carranza y de un anónimo aguador; una panorámica del Zócalo dominado por el movimiento de vehículos, y escenas de comitivas o paseantes, como la del príncipe Adalbert. Asimismo, se encuentran apacibles vistas de Coyoacán y tomas de sitios lejanos a la capital o de difícil acceso, por ejemplo las ruinas de Palenque y Chiapa de Corzo, o Mérida engalanada para recibir al presidente Porfirio Díaz. Resguarda además tomas de diversos museos, reproducciones de pinturas de la Academia de San Carlos, y una curiosa copia de una cascada en el valle de Yosemite, que posiblemente le sirviera de inspiración para las acuarelas y óleos que Kahlo realizó a lo largo de su vida. En síntesis, se trata de una colección que abre nuevas perspectivas de investigación sobre una de las figuras señeras de la fotografía de inicios del siglo XX.

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  • Acervo Histórico - Museo de las Culturas de Oaxaca

    Piezas históricas

    El acervo de la colección histórica muestra objetos propios de la consolidación de la colonia y la evangelización en la región de Oaxaca. Destacan aquellos que revelan las formas en las que las poblaciones indígenas respondieron a estos fenómenos, mostrando una tenaz resistencia para reponerse de los estragos y traumas de la Conquista. Como consecuencia de esta oposición se consiguió el fortalecimiento de su identidad, la reactivación de su economía, la recuperación de su dinámica demográfica y una organización basada en tradiciones, usos y costumbres. De igual forma, se manifiestan distintos momentos históricos del Oaxaca independiente hasta la revolución y durante el siglo XX.

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  • Colección Otto Dahl - Fototeca Nacional

    Fotografías

    El 23 de enero de 1980, el arqueólogo Rafael Abascal Macías, director del Centro Regional Hidalgo, hizo entrega a la Fototeca Nacional de un pequeño grupo de 32 positivos originales, que abarca de 1910 a 1913, con la indicación de que llevara el nombre del coronel Otto Dahl. Es posible que la donación proviniera de Josefina Dahl, quien en ese entonces era jefa del Departamento de Museos y Exposiciones del Instituto Nacional de Antropología e Historia. La colección contiene un núcleo extraordinario de imágenes sobre las Fiestas del Centenario de la Independencia, así como sobre la estela de destrucción que dejaron en la capital los combates de la Decena Trágica en febrero de 1913, cuando parte del ejército se sublevó en contra del gobierno. Este episodio culminó con los asesinatos de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez, presidente y vicepresidente de la República, respectivamente, y con el ascenso al poder del general Victoriano Huerta.

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  • Colección Expedición Cempoala - Fototeca Nacional

    Fotografías

    Conocida como Colección Teoberto Maler, sabemos hoy que este conjunto de imágenes procede de la expedición a Cempoala que, entre agosto de 1890 y abril de 1891, dirigió Francisco del Paso y Troncoso –entonces director del Museo Nacional-, para obtener materiales que serían enviados a Madrid por motivo de las celebraciones del Cuarto Centenario del Descubrimiento de América. El autor, galardonado con medalla de plata en esa ocasión, fue Rafael García, posiblemente adscrito a la Secretaría de Guerra, aunque debió ser fundamental la visión de Del Paso y Troncoso, conocido aficionado a la fotografía.

    La incorrecta adjudicación a Maler se originó en la extraordinaria calidad del registro realizado por García, también característico del fotógrafo alemán, de quien, por otro lado, se conservan imágenes en otros fondos.

    Cempoala o Zempoala, en Veracruz, es considerada la segunda ciudad prehispánica más importante del estado después de El Tajín, sitio que también fue visitado por los expedicionarios, en 1519, cuando Hernán Cortés y sus tropas llegaron al reino de Cempoala quedaron deslumbrados por la magnificencia de sus edificios, cuyos estucos, decorados con pintura a base de conchas marinas, les hicieron pensar que las pirámides estaban hechas de plata y que se trataba de la mítica ciudad de El Dorado. Cempoala jugó un papel determinante para la caída del imperio mexica, ya que allí indígenas totonacos, que estaban sometidos al yugo de Tenochtitlán, se integraron al ejército de Cortés. Las consecuencias de la Conquista y la epidemia de viruela marcaron su decadencia, y la ciudad fue abandonada en el mismo siglo XVI. El valor del sitio encajaba perfectamente con las vertientes que se privilegiaron en la Exposición de 1892: la muestra de las antigüedades prehispánicas y de la Conquista, vista esta última como fundamento de la moderna nación mexicana.

    Sin duda, la colección proviene del Museo Nacional, y resguarda 807 piezas: 124 negativos originales y 683 positivos, algunos de los cuales son impresiones de época; se trata de un rico espectro de los usos potenciales de las imágenes científicas que abarca de 1890 a 1911. Algunas de las impresiones fueron presentadas en Madrid y otras exhibidas en el Museo, mientras que los negativos se emplearon para ilustrar el ensayo de Jesús Galindo y Villa, “Arqueología mexicana”. Las ruinas de Cempoala y del tempo del Tajín, exploradas por el director del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, en misión en Europa. D. Francisco del Paso y Troncoso”, publicado en los Anales del Museo Nacional, en 1911.

    Es posible establecer una tipología del conjunto de tomas ejecutadas por Rafael García: panorámicas del paisaje, en las que destacan los ríos y poblaciones que visitó la expedición, tomadas con el fin de contextualizar el recorrido; retratos de grupo de los exploradores en las diferentes etapas del trayecto, en ocasiones con sus anfitriones o con autoridades locales; vistas de conjuntos arqueológicos, complementadas con algunos de sus rasgos constructivos u ornamentales; tomas de excavaciones en las que posan trabajadores, expedicionarios y, a veces, algún visitante; detalles de piezas arqueológicas en las ruinas o en las poblaciones a las que fueron trasladas; y, por último, retratos de la población totonaca.

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  • Acervo Etnográfico - Museo de las Culturas de Oaxaca

    Piezas etnográficas

    Los objetos de este acervo permiten un acercamiento a las costumbres y manifestaciones artísticas y populares de las poblaciones indígenas del estado de Oaxaca. Es importante destacar que estas actividades artísticas se siguen llevando a cabo en la actualidad, tal es el caso de la cerámica, orfebrería, tallas, herrería, talabartería, cuchillería y producción de bebidas.

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  • Colección Juan Antonio Azurmendi - Fototeca Nacional

    Fotografías

    Esta colección, compuesta por 372 piezas (265 negativos y 107 positivos) tomadas alrededor de 1890 y 1905. Ingresó a la Fototeca Nacional del Instituto Nacional de Antropología e Historia en abril de 1981, gracias a la generosidad de la familia Horcasitas Azurmendi. Esta peculiar colección fotográfica perteneció a Juan Antonio Azurmendi y, en términos generales, podemos considerarla como fotografía de familia. En ella aparecen los retratos de él, de su esposa Dolores de Teresa y de sus dos hijas; los bienes y propiedades familiares, como la fábrica textil La Colmena; además de vistas de los alrededores de la Villa Nicolás Romero, en Tlanepantla, Estado de México, donde se ubicaba la fábrica. Los viajes también fueron sujeto fotográfico, de manera que encontramos tomas tanto de sus paseos en la inmediaciones de la Ciudad de México como de sus vacaciones en Europa. Sumamente atractivas resultan las fotografías tomadas en los interiores y el jardín de la finca de su propiedad, en la calle Sadi Carnot de la colonia San Rafael, en la capital. Dentro de este conjunto sobresale una serie de singulares tomas el proceso constructivo del inmueble. Los empleados domésticos aparecen muchas veces, acompañando a la familia o incluidos en el registro de la mansión. En algunas imágenes asoman amigos y otros miembros de las parentelas Azurmendi y De Teresa, acaudaladas familias porfirianas.

    Como ha mostrado Patricia Massé, si bien las placas no llevan firma, es posible reconocer en esta colección un origen común, atribuible tanto a cuestiones estilísticas como técnicas. Es claro que en el conjunto hay más de un fotógrafo, aunque también es evidente un punto de vista similar, propio de una misma clase social. Azurmendi o los fotógrafos que efectuaron las placas, operaron por lo menos con dos equipos: uno con tripié y otro portátil. El primero corresponde a la tecnología fotográfica más usual durante la segunda mitad del siglo XIX; el segundo, en cambio, se volvió popular al despuntar el XX. Es posible que en la casa existiera un cuarto oscuro.

    Estilísticamente hablando, en las imágenes es apreciable una coherencia estructural sustentada en los principios de la perspectiva y en un orden que garantiza la visualización de un espacio inteligible. En dos de las piezas, con imágenes poco representativas de su temática característica, están inscritas las iniciales J. A. del propio Juan Antonio Azurmendi, y en piezas de otras colecciones se ha constatado su firma en algunas impresiones. Las imágenes remiten al perfil de un aficionado que tomaba fotografías por placer y que se mantuvo al margen de la práctica profesional como vía de sustento. Se trata, desde luego, de un aficionado conocedor, diestro en el manejo de equipos fotográficos y con interés por la experimentación, que en este caso va desde la manipulación a la que somete algunos negativos para alterar la imagen, hasta el juego con la figura del propio fotógrafo.

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  • Serie Piedras que hablan - INAH TV

    Documentales 

    En un esfuerzo por conjuntar el conocimiento arqueológico y la experiencia de producción televisiva, el Instituto Nacional de Antropología e Historia y Canal 22 unen pasión, vocación y técnica, para poner en la mira de los televidentes, el fascinante mundo de la arqueología mexicana. Descubrir los sitios arqueológicos, a través de la historia de sus exploraciones y develar algunos de los descubrimientos más significativos, son parte de la trama que conforma cada programa. En este viaje al pasado también podremos conocer los criterios y las técnicas arqueológicas, así como el uso de herramientas, algunas utilizadas desde hace décadas y que son indispensables en este quehacer, hasta otras más sofisticadas que implican tecnologías como el escaneo aerotransportado, mismas que acercan al estudioso al conocimiento que persigue.

    Esta travesía de 13 narrativas nos traslada a ciudades antiguas del México precolombino, lo mismo a través de una evocación literaria, que a la crudeza del clima derredor de los vestigios, y que con genio intelectual nos lleva una de las plumas más brillantes de nuestros tiempos, el escritor Juan Villoro. Tras caminatas a través de la selva o el desierto, el arribo a templos por escalinatas cada vez más estrechas y restringidas, el paso por laberintos oscuros que evocan el inframundo o el descenso a cenotes, Villoro va al encuentro de los arqueólogos especialistas de cada una de las antiguas ciudades, y entre su charla, comparten con nosotros cómo fueron develando el misterio y significado de estructuras, estelas o jeroglíficos, y por supuesto el verdadero sentido de los juegos de pelota. De muchas ciudades pareciera que se sabe todo, pero aún de las más estudiadas como Palenque o Teotihuacan se develan, tras cada temporada de investigación, nuevas historias de sus hacedores y del complejo de un pensamiento siempre ligado a la naturaleza y al concepto de lo divino que, en ocasiones, ha cambiado la perspectiva que desde nuestros tiempos hemos configurado sobre los antepasados precolombinos.

    Considerando que México es uno de los países con mayor acervo patrimonial del planeta, se ha convertido en un referente constante e ineludible para la práctica de la Arqueología, por ello la importancia de los documentales arqueológicos. Y no sólo los grandes hallazgos históricos son los que damos a conocer, son también los procesos de diagnóstico, investigación, preservación y difusión del patrimonio, que han permitido fundar una muy sólida tradición arqueológica mexicana. Interroguemos a las piedras y hagámoslas hablar para que nos digan sus más profundos secretos.

    El primer episodio, “Monte Albán, la entrada al cielo” da cuenta del conocimiento de dicha zona desde el siglo XIX y, sobre todo, de las exploraciones a gran escala inauguradas por Alfonso Caso, incluyendo los descubrimientos en la vecina Atzompa. El segundo, “Yaxchilán, la ciudad de la Selva joven” informa sobre las investigaciones habidas en esta zona maya, incluido el descubrimiento de los mensajes de sus numerosos glifos. Incluye comentarios de los arqueólogos Daniel Juárez Cossío y Roberto García Moll. El tercero, “Tajín, la ciudad del relámpago”, resalta la identificación de 17 canchas para el juego de pelota, elemento que permite advertir la importancia que sus pobladores concedieron a este rito como medio para impactar en el movimiento del cosmos. El cuarto, “Toniná, el sueño vertical”, no sólo habla de las exploraciones y de los edificios, sino de la historia de la ciudad, especialmente sus guerras contra Palenque. Incluye comentarios de Juan Yadeun. El quinto, “Templo Mayor, Centro de Centros” ofrece información acerca de las exploraciones en el territorio que antiguamente conformó Tenochtitlán, desde la emprendida por Manuel Gamio en 1914. Se resalta el hallazgo de Coyolxauhqui. Incluye comentarios de Eduardo Matos Moctezuma y Leonardo López Luján. El sexto, “Chichén Itzá, la invasión perpetua”, relata los diversos intentos de viajeros y exploradores por alcanzar dicha zona, así como de la visita de estudiosos del pasado y de turistas año con año. También informa sobre las estructuras de la urbe. Incluye comentarios de los arqueólogos Rafael Cobos, José Huchim y Luis Alberto Martos El séptimo, “Paquimé, Ciudad de Hombres”, brinda información sobre dicha ciudad ubicada en el actual Estado de Chihuahua, así como de la cultura Casas Grande. El octavo, “Cenotes de Yucatán y Quintana Roo, el agua del origen” se informa sobre estos depósitos acuíferos y su relación con los primeros pobladores de la península yucateca, así como de las costumbres funerarias y mitos de los antiguos mayas. Incluye comentarios de los arqueólogos Guillermo de Anda, Helena Barca y Luis Alberto Martos. El noveno, “Calakmul, selva de estelas” se describe la historia conocida de la ciudad, sobre todo con relación a su guerra contra Tikal. Incluye comentarios del arqueólogo Omar Rodríguez. El décimo, “El Cóporo, Plazuelas y Peralta, Caminos de Guanajuato”, brinda información de esas tres zonas en cuanto a sus piedras grabadas y edificios característicos de la zona. Cuenta con comentarios de Efraín Cárdenas, Carlos Torreblanca y Carlos Castañeda. El onceavo, “Michoacán, el reino inconquistable”, expone las características principales de las tres grandes urbes de la región: Tzintzuntzan, Ihuatzio y Pátzcuaro, y de otras como Huandacareo, Tres Cerritos y Tingambato, así como el devenir general de los purépechas. Incluye comentarios de Socorro Landa, Melchor Cruz y Arturo Oliveros. En el doceavo, “Teotihuacan, la Casa del Sol y la Luna” se da cuenta de la principal urbe mesoamericana. En el treceavo, “Palenque, la Moneda de Jade” se revelan datos interesantes acerca de la construcción de la ciudad, de la vida de Pakal y de sus ritos funerarios.

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  • Colección Cruces y Campa - Fototeca Nacional

    Fotografías

    Esta colección fue creada en 1993, a raíz de una investigación realizada por la historiadora Patricia Massé en torno a la obra de estos autores, ubicada en diversas colecciones de la Fototeca Nacional a modo de facilitar su acceso. Los 1,435 positivos que abarcan de 1862 a inicios del siglo xx, provenían originalmente de las colecciones del Museo Nacional (Culhuacán), Felipe Teixidor y Casasola.

    Cruces y Campa fue una de las firmas más famosas entre el gremio de profesionales establecido en la década de 1860, cuando surgió un novedoso formato para el retrato: la tarjeta de visita, que propició la reducción de costos y una amplia circulación. El estudio fue fundado en 1862 por Antíoco Cruces y el profesor de grabado Luis Campa en la Ciudad de México, primero en la calle de San Francisco y luego en la del Empedradillo, a un costado de la Catedral Metropolitana. La firma se mantuvo durante quince años y posteriormente Cruces se hizo cargo del negocio; sin embargo, todo indica que su ex socio fundó un nuevo estudio, Campa y compañía, que figura en 1903. Mientras laboraron juntos, por sus salones circularon los más destacados personajes de las sociedad y la política mexicana, especialmente los vinculados al partido liberal. Aunque también fotografiaron a la elite del Segundo Imperio.

    Ambos autores estudiaron en la Academia de San Carlos, donde Campa impartió la cátedra de grabado. Esta formación les permitió componer sus obras dentro de los cánones artísticos vigentes, lo que les valió el reconocimiento nacional e internacional, ejemplo de ello es el premio obtenido en la Exposición de Filadelfia de 1876. En sus retratos están presentes los signos de aceptación social de la época, enmarcados en un decorado sencillo que permití acentuar la personalidad de los sujetos con una impresión de naturalidad. Un año antes, anunciaban que a partir de octubre, iban a destruir los “clichets o retratos negativos” que habían conservado por catorce años para dar un nuevo uso a los cristales.

    Algunos de esos retratos les sirvieron para editar con gran éxito una Galería de personas que han ejercido el mando supremo de México, registrada en 1874. Con textos de Basilio Pérez Gallardo, fue un eficaz vehículo para la educación cívica a raíz de la derrota del Imperio y la restauración de la República. También acrecentó su fama la vasta colección de tipos mexicanos, que alcanzó una amplia difusión y que con el tiempo se ha incorporado al imaginario social del país. Ésta se caracteriza por la presencia en el estudio de indígenas y mestizos encuadrados en una cuidadosa escenografía, la cual conducía la representación a los modelos iconográficos de lo pintoresco.

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